instrucciones para leer escena:

1.- acomodarse
2.- pausar la musica de acompañamiento a no ser de que solo vea el blog
3.- poner la cancion que corresponde segun escena. si en este caso, no hay cancion y solo es titulo, se debe poner la musica de acompañamiento
4.- leer concentradamente

viernes, 21 de enero de 2011

la pérdída (3 parte)

Mis orígenes, mis detestables orígenes de vida. Desde que tengo memoria vivo aquí, en una de las copas de los cerros que encierran la ciudad. Ricardo (le digo Ricardo por que detesto tener que decirle a mi medio-tío “padre”) siempre me dijo que cuando ellos llegaron a ese lugar no había nadie en el valle. La casa era gigantesca, demasiado grande como para albergar a solo tres personas. Primer piso de piedras y los tres que sobraban hacia arriba de madera pura. Estaba al lado de un rio que bajaba desde el cerro, llegaba al valle, y luego subía por el cerro de enfrente para llegar al mar. Nunca sabré que era lo que lo hacía subir como si estuviera retrocediendo. Todo el valle era naturaleza y bosques. Varias veces salía con mis padres a buscar frutos al bosque, habían matas de mora, manzanos, perales, un montón de arboles de frutas.
Una vez que la ciudad costera, Miramar (bastante “original” el nombre), se llenara de marinos y se convirtiera en una ciudad de noches cerveceras y de coitos incontables a los niños, mucha gente busco un lugar donde vivir: una ciudad mejor pero cerca de Miramar: el valle. Construyeron “Miralba” (detestable sea el viejo alcalde con sus “inigualables” nombres).
Cuando la migración recién comenzaba, teresa y Ricardo ya habían muerto. Recién habían pasado 12 años por sobre mí. Ricardo y teresa estaban interesados en tener hijos para demostrarle al mundo que dos hermanos podían tener hijos. Pero no, solo una oportunidad hubo. Pero como ellos se pasaban la mayoría del tiempo en interesarse de eso, yo misma tuve que preocuparme de hacerme la comida. En un principio no era tanto la despreocupación, pero una vez llegue a los 5 años yo me tenía que hacer la leche y mis comidas. A los 10 ya había aprendido a cocinar. Y cuando mis padres murieron, yo ya podía vivir sola.
Mis padres jamás me contaron quienes eran en realidad, la vida que traían detrás de ellos. Cuando cumplí los 16, y se construyo Miralba, con sus “distinguidos” (para no decir cuicos y sobrados de dinero) cafés, o como ellos decían con una modulación pegajosa y mal modulada “mejor conversémoslo en el coffe”. Por cada cuadra habían ocho coffe`s.
Yo siempre salía por la tarde a buscar frutas para comer, a cazar animales y conseguir comida. Pero cuando llego la ciudad, ya no iba a buscar comida. Por cada vez que compraba en el “supermarcket” (otro sobrenombre de los cuicos) pasaba a un café llamado José, que en verdad me llamaba la atención (varias veces escuchaba llorar a teresa por un tal José, pero me daba miedo preguntarle quien era). Una vez que llevaba las bolsas del “supermarcket”, era tarde casi noche. Veía como mi casa se alumbraba por el faro que había en Miramar. Pase al coffe llamado José, que a todo esto tenía una apariencia de barco con colores cafés y azules. Me senté en una mesa y llego hasta mí un mesero vestido como marinero ofreciéndome un sinfín de comidas con exceso de azúcar. Le pedí un monarca y un moca latte. Cuando me sirvieron, se apagaron las luces, y apareció un violinista en un escenario reducido a lo mínimo con una luz que le llegaba del cielo. Y cuando comenzó a cantar el violinista a la vez que tocaba el violín, probé mi Monarca que en verdad no sabía que era más que un pastel café parecido al brownie de dudosa procedencia con sabor a chocolate amargo casi salado. Yo, que nunca había probado el Monarca, exigí hablar con el chef o cocinero que estuviera a cargo de restaurant. El mesero se va de mi mesa en silencio y me deja sola, entra a una puerta que tenía el nombre de “Don José Villalobos” y estaba detrás de un mesón donde se entregaban las comidas. Y de ahí, sale el dueño del restaurant: Don José (obviamente) quien tenía un parentesco a un adolescente que salía en una fotografía que tenía teresa en su dormitorio. Don José llego a mi mesa y me dijo en qué consistía el Monarca y el sabor que tenia. Me llevo a la cocina, me mostro como lo preparaban y una vez terminado me lo entrego, y descubrí que seguía teniendo ese sabor desagradable.

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