instrucciones para leer escena:

1.- acomodarse
2.- pausar la musica de acompañamiento a no ser de que solo vea el blog
3.- poner la cancion que corresponde segun escena. si en este caso, no hay cancion y solo es titulo, se debe poner la musica de acompañamiento
4.- leer concentradamente

lunes, 13 de diciembre de 2010

la pérdída (2 parte)

Comenzó cuando a teresa, mi madre, siempre le quedaba mirando el mismo muchacho de aspecto jocoso y con una gorra que llamaba la atención. Le quedaba mirando de camino a la universidad. El pasaba al lado de ella y ella caminaba al sentido contrario de él. En principio solo miradas que se escapaban de lo normal, miradas como de aplicación, que pedían y daban atención. Luego el primer hola; ella caminaba como perdida. Ya se había dado cuenta de las miradas entre coquetas que le mandaba él a sus ojos. El, entonces, de la nada, de lo blanco y sin escribir, escribe hola. No era cualquier hola, era un hola reducido a lo mínimo posible y que le acompañaba una rutina que por primera vez salía a flote de la comunicación. Ese día lo recuerdo perfecto, cuando volvió de la universidad y ella saltaba, gritaba y enloquecía por que el chico le había saludado. Pero a pesar de tal necesidad de comunicación que había entre ellos, ella seguía como con miedo a que fuera un sicópata, un violador, o quién sabe si es un extraterrestre. Por tercero, hablaron de los gustos, no se espero más de un día después de haberse recién comunicado verbalmente. Todo comenzó cuando él le dijo: “hola, soy Ricardo”, y ella le contesto con su típico “yo, teresa” como si le faltara un poco mas de conocimiento lingüístico para hablar que solo aparentaba el de un cabernero de la época anterior a la de Cristo.
Así fue como después se conocieron, se hicieron amigos, salieron (qué sé yo si a la esquina o una cita romántica en un restaurant de lujo), se conocieron más a fondo y etcétera. Nadie supo sobre él, nadie. Y no bastaron ni dos semanas para que ya estuvieran pololeando como si se conocieran desde que sus madres les dejaban estar solos en la piscina, desnudos, cuando eran niños de tres años. Lo más extraño de todo esto es que era una relación que se hablaban y se disponían a hacer sus planes en la mañana cuando cada uno iba a la universidad, ahí se manejaba todo el cerebro de la relación.
Un día, llego teresa con Ricardo a la casa, un día sábado. Ella siempre hablaba de su pololo y de cómo era y todo lo que le gustaba, lo típico que dicen las pololas de sus pololos cuando se aman llegando al vicio de lo imposible. Y cuando Ricardo llego a la casa, José, su hermano de 14 años, les abrió la puerta de entrada. Teresa lo presento y se conocieron. José grito hacia la cocina para avisarle a su madre que había llegado Ricardo. Mi abuela, Florencia, les grito: “vengan a la cocina, que estoy ocupada”. Ellos caminaron a la cocina. José le pregunto: “¿Cuál es tu nombre completo?” como si ya le hubiera conocido hace tiempo. “Ricardo Gonzalo Villalobos Manríquez”. A José le quedo sonando en su boca su apellido materno, y es que calzaba con el de los dos hermanos ahí presentes.
José les abre la puerta de la cocina, y teresa con Ricardo detrás. Florencia, mi abuela, sacaba su pie de limón del horno, “hace tiempo que aquí se le quiere conocer, pues. ¿Cómo dijo que se llamab…?” y al voltearse se da cuenta que no era ni un sicópata, ni un violador, ni un extraterrestre, sino que su hijastro Ricardo, hijo de Pamela, su hermana, con su esposo, Emiliano, en un escaparate de presión.
Así. Lo demás se puede imaginar. Esta historia es tan típica como la sal: teresa se queda con Ricardo y se van al lugar más lejos pero alcanzable a vivir juntos y quedarse viviendo para siempre “donde el amor nunca sea tapado por la maldita tierra familiar” que fue lo último que se le escucho a los enamorados que lo gritaron con furia antes de haber hecho una grieta en la puerta con un golpe. Luego, después de haberlo pensado un montón de veces, decidieron tener un hijo. Pero lo más extraño de todo, porque es común cuando dos personas de sangres iguales que tienen hijos salgan con ciertos problemas al cuerpo (o al menos eso se dice), lo más extraño de todo es que yo no naci con una deficiencia o algo negativo, una cola de cerdo por ejemplo que los Buendía siempre pensaban, si no con una maldita bacteria que a comienzos de mi vida no hacía nada en mi cuerpo más que correr por mi torrente sanguíneo como si ya fuera dueña del. Pero a los 14, cuando todos estábamos seguro de ningún problema de mi salud, me quede tal cual como llegue. Así hasta los años en que llegara; como una chica de 14 años. La bacteria estaba funcionando y renovaba mi cuerpo a cada momento.
Un científico me saco sangre a los 20, cuando se descubrió que aun tenía el cuerpo de una de 14, para una transfusión a una vieja cuica que estaba vuelta loca por nunca envejecer. Lo malo es que a los 13 años y 11 meses después murió de un ataque cardiaco, era demasiado vetusta como para recibir tal grado de juventud en su sangre. Luego me pedían muestras de sangre cada un año para revisarla que estuviera en buen estado. Y muchas de esas muestras eran saqueadas por estúpidos que querían nunca envejecer pero que no tenían resultados positivos al ocuparla.

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